Prensa. Investigación y Ciencia.
Tan pronto como apareció el SARS-CoV-2, hace unos diez
meses, se planteó una pregunta: ¿cuánto duran los anticuerpos que genera
nuestro organismo contra el nuevo coronavirus? La respuesta a esta cuestión,
que se ha debatido durante mucho tiempo, nos informaría en parte sobre el
tiempo que el cuerpo estará protegido contra una nueva infección, sobre si el
plasma de los convalecientes puede utilizarse para tratar a los pacientes y
sobre la eficacia de las pruebas de diagnóstico. Por consiguiente, resulta
importante saber más sobre la persistencia de los anticuerpos anti-Covid-19.
Dos estudios recientes proporcionan algunas respuestas.
En el primero, Richelle Charles, de la Escuela de
Medicina de Harvard, en Boston, y sus colaboradores hicieron un seguimiento de
los niveles de anticuerpos en la sangre de 343 pacientes DE COVID-19 durante
122 días después de la aparición de los síntomas, el 93 por ciento de los
cuales habían sido hospitalizados. Los biólogos se centraron en los anticuerpos
dirigidos contra la proteína S del nuevo coronavirus y, en particular, contra
el dominio RBD de esta proteína, aquel que se une al receptor ACE2 de la célula
en el momento de la infección. Distinguieron tres tipos de anticuerpos: IgA,
IgM e IgG. ¿Cómo son estas moléculas?
Proteínas con forma de Y
Para empezar, Ig significa inmunoglobulina, el nombre
de una gran familia de proteínas que comprende no solo anticuerpos, sino
también moléculas de adhesión celular, receptores, etcétera. Un anticuerpo
típico está formado por cuatro cadenas peptídicas enlazadas entre sí; dos se
denominan «pesadas» y las otras dos «ligeras», y cada una de ellas tiene una
región (o dominio) constante y otra variable. Ello le da a toda la estructura
una forma de Y.
Debido a la disposición de estas cadenas, una
inmunoglobulina tiene dos sitios de reconocimiento de antígenos, uno al final
de un dominio variable de una cadena pesada y otro al final de un dominio
variable de una cadena ligera.
Los tipos de anticuerpos IgA, IgM e IgG (así como IgE e
IgD) se caracterizan por tener estructuras diferentes de los dominios
constantes de sus cadenas pesadas (además, la IgM presenta una estructura de
estrella formada por cinco Y), así como por poseer sus propias zonas de
producción. Sus proporciones no son equivalentes: la IgG representa entre el 70
y 75 por ciento de todos los anticuerpos en la sangre, mientras que la IgA y la
IgM constituyen el 15 y el 10 por ciento, respectivamente. La IgE y la IgD
representan cada una el 1 por ciento, por lo que no fueron consideradas en el
estudio del equipo de Richelle Charles.
Sus resultados revelan que la IgM y la IgA desaparecen
con rapidez y resultan indetectables después de 49 y 71 días, respectivamente.
Por el contrario, la IgG permanece más tiempo y disminuye muy lentamente
durante los primeros 90 días. Además, los niveles de IgG se correlacionan con
los niveles de anticuerpos neutralizantes, aquellos que interfieren
directamente con el virus al fijarse a él, impidiendo que infecte las células
(recuérdese que los demás anticuerpos no influyen en la actividad del patógeno,
sino que, al asociarse a él, lo señalan como objetivo para otros elementos
inmunitarios). Esta observación indicaría el desarrollo de una fuerte memoria
inmunitaria en pacientes con una forma grave de la enfermedad.
Según los autores, los resultados de su estudio sugieren que los anticuerpos dirigidos contra el dominio RBD de la proteína S del coronavirus constituyen un buen marcador de la infección. Además, la determinación de diferentes tipos de anticuerpos ayudaría a distinguir las infecciones recientes de las más antiguas. Por consiguiente, la obtención de muestras de sangre sigue siendo esencial. Pero ¿podemos prescindir de ella?
De la sangre a la saliva
Quizá sí podamos, según los hallazgos de Anne-Claude
Gingras, de la Universidad de Toronto, y sus colaboradores. Estos
investigadores realizaron un estudio similar al arriba mencionado: buscaron
anticuerpos anti-RBD en la sangre, pero también en la saliva, de 402 pacientes,
ya sea en la fase aguda de la enfermedad o en la de convalecencia. Una vez más,
la IgA y la IgM desaparecieron con rapidez de ambos fluidos, mientras que la
IgG persistió durante más de 100 días.
Por lo tanto, las muestras de saliva serían adecuadas para las pruebas de diagnóstico para la detección tanto del propio coronavirus (con PCR) como de los anticuerpos contra el patógeno. Esto simplificaría enormemente la tarea de los médicos y reduciría notablemente las molestias en los pacientes. Otra conclusión tranquilizadora es que el cuerpo aprende en efecto a luchar contra el SARS-CoV-2.
Loïc Mangin
Referencias: «Persistence and decay of human antibody responses to the receptor binding domain of SARS-CoV-2 spike protein in COVID-19 patients». Anita S. Iyera et al. en Science Immunology, vol. 5, n.º 52, eabe0367, octubre de 2020. «Persistence of serum and saliva antibody responses to SARS-CoV-2 spike antigens in COVID-19 patients». Baweleta Isho et al. en Science Immunology , vol. 5, n.º 52, eabe5511, octubre de 2020.
#noticias
#anticuerpos
#anti-COVID-19
#organismo?
#senderosdeapure
#venezuela