Crónica. Aljer “Chino” Ereú.
(Texto
incluido en el nuevo proyecto: Historia de los pueblos altos apureños).
Sería el
Marqués del Pumar
quien vino en
misión de fundar
un pueblo para
el reino español.
Cumpliendo
eficientemente
lo ordenado
por el regente
moldearía al
indio el crisol.
BREVE
INTROITO.-
Doscientos
cincuenta y un años (251) se cumplen en julio del 2022 de la fundación (1771)
de Guasdualito por parte de José Ignacio del Pumar y Traspuesto, Marqués de la
Ribera de Boconò y Masparro, Vizconde del Pumar, agregando a la identificación
nobiliaria los nombramientos de Cabo de Guerra, y Teniente de Gobernador y
Justicia Mayor de Barinas. En tal sentido, se presenta en los párrafos
siguientes, los aspectos considerados más importantes del acto histórico,
sustentados en una investigación documental fidedigna que refleja con exactitud
lo llevado a cabo por José Ignacio del Pumar, nuestro insigne fundador.
SOBRE LA
FUNDACIÒN.-
El mérito
fundacional del primer Guasdualito en 1771 corresponde a don José Ignacio del
Pumar y Traspuesto, nacido en la ciudad de Barinas, siendo hijo de don Plácido
del Pumar y La Riva, y de doña María de La Ascensión Traspuesto y Bragado. El
futuro fundador llevaba la herencia consanguínea de don Placido del Pumar y
Villegas, funcionario de la corona española que ocuparía importantes cargos
administrativos, como el de procurador y administrador en los nuevos territorios.
Manuel
Landaeta Rosales, en la fiel biografía sobre Pumar y Traspuesto, con fecha de
publicación 1915, en la página 34, con el sello de la tipografía Herrera
Irigoyen, señala lo siguiente: “Don José Ignacio del Pumar, Marqués de las
Riberas de Boconò y Masparro, Vizconde del Pumar y Caballero de La Real y
Distinguida Orden de Carlos III, fue el Ciudadano más notable de la antigua
Gran Provincia de Barinas, erigida en 1786 y que la formaban lo que años
después hemos llamado estados Zamora y Apure…por sus servicios a aquellos
pueblos, por su cuantiosa riqueza, y por haber ofrendado a la patria sus hijos,
su fortuna y su propia vida en la cárcel de Guanare, cuando se le remitía preso
a Puerto Cabello para ser trasladado a España como uno de los principales de la
revolución de 1810” (Sic).
Lo referido
por Landaeta describe en amplitud la personalidad de nuestro criollo
colonizador, quien mucho antes de lograr la fundación de Guasdualito en 1771
había ocupado cargos de alta responsabilidad en su ciudad natal, como el de
Regidor Alférez Real, Alcalde y el de Teniente Gobernador a inicios de la
séptima década del siglo XVIII, obteniendo en 1786 por gracia y pago ante la
corona española El Marquesado de las Riberas de Boconó y Masparro, título
nobiliario otorgado el 17 de diciembre de 1787 por el rey Carlos III.
Don José
Ignacio del Pumar ya casado con su prima Micaela del Callejo, con quien
procrearía su honrada descendencia de cinco hijos, obtiene la autorización de
La Real Hacienda y La Intendencia del Ejército para explorar el territorio sur
de La Provincia de Barinas, específicamente la parte sur occidental del estado
Apure. Con su eminencia nobiliaria emprende el encargo asignado por orden real.
Seguiría la ruta de los primeros exploradores como lo fueron Jorge Spira,
Felipe de Hutten y el indio Antonio Calaimi, el primero: un buscador de fortuna
representante de la familia Wesler, banqueros de Augsburgo (Alemania) y una de
las principales casas financieras de Europa a quienes el 28 de marzo de 1528 el
rey Carlos I expediría en la Capitulación de Madrid, el arrendamiento
temporalmente de la Provincia de Venezuela; el segundo (Hutten) acompañaría a
Spira en su recorrido de 1545 por los llanos colombianos, regresándose en su
último periplo por el río Sarare.
Y el tercero
(Calaimi): indio jirajara que bajaría del piedemonte de Tame (sur occidente de
Arauca) con su flauta y su grupo de betoyes internándose en la vasta e
inhóspita región llegando a tierras guasdualiteñas luego de visitar aldeas de
los indios guaneros, guaracaponos y situjas. Luego de un viaje lleno de fatigas
y fallecimientos por diversas razones, llega a los primeros de julio de 1771
Del Pumar a un sitio cenagoso, inhóspito, rodeado de fangales y acechado por
indios salvajes. Ante la incertidumbre y en vista de la imperante necesidad de
organizar un poblado se decide a proceder días después de su llegada al acto
fundacional, lo que efectivamente y acertadamente cumplió.
El mismo fundador expondría al Ayuntamiento barinés en su relación de servicio a la Intendencia del Ejercito, con su puño y letra algo interesante: “consta que con superior permisión de mil setecientos y setenta, en que ejercía el cargo de teniente de gobernador de esta ciudad (de Barinas) fomento y calorizo la fundación de la vice parroquia de San Jacinto de La Horqueta de Apure…y con superior aprobación y permiso allano y pacifico el sitio de Guasdualito, jurisdicción de esta ciudad, distante de ella cerca de cuatro días de camino, transito preciso e indispensable para el comercio de Casanare y lugar que se hallaba desierto e inhabitable por ser el centro, abrigo y madriguera de indios barbaros”.
Lo descrito
por el Marqués del Pumar refleja la ardua tarea que llevaría a cabo. El noble
criollo acometería una considerable encomienda que cumpliría con ahínco y
eficiencia. Su tarea fundacional comprendió dotar a sus acompañantes de lo
necesario para la misión confiada. Primero organizaría lo que sería el primer
poblado bautizado originalmente como Nuestra Señora del Carmen de Guasdualito,
en honor a la solemnidad aparecida en forma de nube diminuta al profeta Elías
en el Monte Carmelo, trayendo la lluvia y calmando la sed del reino de Israel,
tomada por las autoridades religiosas hispánicas de la época como un prototipo
de la madre de Cristo.
Lo del nombre
Guasdualito vendría del toponímico “guasdua” planta gramínea latofia latifolia,
muy abundante en la zona. Demarcaría la plaza, indicaría la construcción de la
iglesia con el frontal hacia el cardinal oeste, repartiría solares, reses y herramientas
de trabajo a los ilustres colonos, siguiendo el patrón fundacional tradicional.
Las primeras casas que se levantaron en el lugar (Pueblo Viejo) fueron de
construcción simple y rústica, paredes de albardilla y techo de palma.
Allí realmente
y para conocimiento histórico nació aquel pueblo, aún, cuando el autor Marco
Aurelio Vila, en su compendio Aspectos Geográficos del estado Apure, refiere
que la primera fundación se logró en 1765, a 7 kilómetros de la ciudad actual,
y, además había una segunda fundación en 1768, estos señalamientos no restan
los créditos al Vizconde del Pumar y Caballero de La Real y Distinguida Orden,
quien realmente fue el autorizado por el rey de España para llevar a cabo la
encomienda civilizatoria.
Desde la
fundación del nuevo pueblo de ayer conocido ahora como Pueblo Viejo pasarían
cincuenta años para que se iniciara un éxodo lento de los pobladores
precursores, obligados por la guerra de independencia, lo insalubre y pantanoso
del entorno, las pestes recurrentes, entre otras calamidades, a emigrar hacia
el Puerto de Periquera (calificativo procedente de las aves psitaciformes).
Observamos entonces que serían dos pueblos los que nacen entre la séptima
década del siglo XVIII y las tres primeras décadas del siglo XIX.
Sin miramiento
para atrás fue la decisión de la mayoría de aquellos habitantes, quienes
encontrarían a pocos metros de la confluencia de los ríos Sarare y Apure, un
mejor sitio para habitar y cultivar, así como la ventaja de aprovechar el
turbio caudal como medio fluvial. En esto tomaría parte el honorable Concejo
Municipal de 1834, poniendo en ejecútese la Resolución de 1831, en la cual se
emplazaba al traslado de la ciudad de Guasdualito a orillas del río Apure, en
el lugar que orientaba la autoridad, y en donde se alentaba a los habitantes de
los poblados a conformar uno solo, con el objeto de darle estructura a una
nueva parroquia, lo que ciertamente sucedió.
Guasdualito,
un territorio homérico con mucha historia, que se viste de júbilo en el séptimo
mes del calendario gregoriano motivado a su nacimiento histórico, pueblo ya
convertido en ciudad intermedia, abierta en sus cuatro cardinales para el
desarrollo y el progreso. A sus 221 años de fundación felicitamos con
aquiescencia y beneplácito a nuestra promisoria capital, reconociendo la digna
y preclara misión cumplida por el noble barinés don José Ignacio del Pumar y
Traspuesto, honra a sus méritos y servicio.
ALJER “CHINO” EREÙ.-
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