Opinión. Gustavo
Azócar Alcalá.
Como
lo advertimos hace un par de meses atrás, Nicolás Maduro está decidido a
continuar su estrategia electoral con base en los decretos de Estados de
Excepción. Hasta el día de hoy, 23 municipios en 4 estados del país se
encuentran bajo esa medida, sin que hasta los momentos se hayan podido percibir
los efectos positivos de la misma.
La
mayoría de la gente que habita en esos 23 municipios coincide en señalar que el
decreto de un Estado de Excepción no ha servido para contrarrestar la escasez y
el desabastecimiento de productos de primera necesidad. Todo lo contrario: las
colas de personas frente a los supermercados, farmacias, bodegas y abastos
siguen tal cual, y en algunos casos, hasta se han incrementado. En los únicos
lugares donde las colas han mermado son las estaciones de servicio, donde
ciertamente hay menos vehículos, pero ello no significa que el contrabando de
gasolina se haya acabado.
El
contrabando de combustible sigue su curso a pesar de los rollos de alambre de
púas que rodean los puentes internacionales, y la mejor demostración de ello es
que en las calles y avenidas de La Parada, Villa del Rosario y otras
poblaciones del Departamento Norte de Santander de Colombia, los pimpineros
siguen trabajando como si nada hubiese pasado. Podría decirse, incluso, que el
negocio ha mejorado, por cuanto los precios de la gasolina en el lado
colombiano se han disparado hacia arriba. Todo tiene una razón de ser: ley de la oferta y la
demanda. La oferta de gasolina venezolana ha bajado, pero la demanda se
mantiene altísima.
Ha
quedado claro que la estrategia oficialista del Estado de Excepción no se va a
detener. Por lo menos no hasta que concluya el año 2015. Maduro cumplió con el
formalismo diplomático de una reunión con Juan Manuel Santos, firmó un acuerdo
de siete puntos que no lo compromete absolutamente en nada, y tan pronto
regresó a Venezuela, anunció que la medida se aplicaría en Amazonas. Peor aún:
dijo que la frontera no se abrirá hasta dentro de 6 meses, con lo cual ratificó
su propósito de mantener militarizada la zona hasta mucho más allá de las
elecciones del 6 de diciembre.
Dado
a que el decreto de un Estado de Excepción forma parte de la agenda electoral
del gobierno, es casi seguro que los próximos decretos se dictarán en
municipios de Bolívar, Delta Amacuro y Barinas. No descarten medidas similares
en Falcón, Sucre y Anzoátegui. En los tres primeros estados la excusa será la
misma: el supuesto bachaqueo de productos regulados hacia Colombia y Brasil. En
los otros tres dirán que la medida es para combatir el contrabando de gasolina
hacia Curacao, Aruba, Trinidad y Tobago. A Maduro no le importan los motivos,
lo que le importa es militarizar al país antes de las elecciones.
En
Táchira, el estado pionero en Estados de Excepción, es casi un hecho que otros
municipios también serán sometidos a nuevos decretos: Ayacucho, en cuya
capital, San Juan de Colón, desconocidos lanzaron una granada contra una
zapatería dejando herida a una empleada; en Fernández Feo, donde sicarios
asesinaron al concejal Renzo Jaimes; en Cárdenas, donde antisociales lanzaron
una granada contra la sede de la Policía, matando a 3 personas y dejando herida
a una funcionaria.
Municipios
como Libertador (Abejales), Uribante (Pregonero) y Córdoba (Santa Ana) también
están en la lista de espera para ser sometidos a la medida que otorga a los
militares el control total de esos territorios. Antes de que llegue el mes de
diciembre, más de la mitad del territorio tachirense estará bajo Estado de Excepción.
Táchira es la región del país que tiene mayor cantidad de municipios (29) y el
plan oficialista busca militarizar por lo menos 16 de ellos.
El
oriente del país no escapará a esta estrategia político electoral. La semana
pasada, el Ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, informó que tropas
venezolanas estuvieron haciendo ejercicios militares en esa región. Padrino no
especificó el lugar exacto donde se ejecutaron las maniobras, pero el gobierno
de Guyana alertó al mundo sobre la presencia de soldados venezolanos en la
frontera con su país, lo cual hace
suponer que el entrenamiento se llevó a cabo en los estados que limitan
con la zona en reclamación.
Maduro
intenta, desesperadamente implantar un Estado de Excepción para contrarrestar
el Estado de Decepción que se ha apoderado de todo el país y muy especialmente
de los activistas y simpatizantes del PSUV. Si algo abunda en las filas del
oficialismo, en los actuales momentos, es precisamente eso: decepción. La gente
que votó por Maduro, acatando el último deseo del Comandante
Intergaláctico, se encuentra
profundamente decepcionada con el gobierno del ex chofer del Metro de Caracas.
La decepción abarca todos los estratos sociales, pero muy especialmente, el
estrato más bajo, los sectores populares, donde tiempo atrás se ubicó el voto
duro del chavismo. Allí la caída de la popularidad es mucho más grande,
motivado a que ese es el sector donde más duro ha golpeado la crisis.
El
Estado de Decepción se observa en maestros y educadores, buhoneros, taxistas,
transportistas, empleados públicos, obreros, pequeños comerciantes,
estudiantes, médicos, enfermeras, profesores universitarios y hasta en los
militares de bajo rango, que observan impávidos como sus ingresos se convierten
en polvo cósmico cada vez que van a una bodega o a una panadería. Hay algunos
decepcionados que, poniendo a la venta lo poco que tienen, pueden emprender la
aventura de irse del país a buscar un mejor futuro. Pero la gran mayoría de los
decepcionados no tiene otra opción: deben quedarse aquí, padeciendo los rigores
de un país que se levanta todos los días como si se tratara de un campamento de
guerra.
Contrariamente
al Estado de Excepción, el Estado de Decepción no requiere de ningún decreto
especial. El Estado de Decepción ni siquiera aparece en Gaceta. El Estado de
Decepción está en cada rincón del país, en los 335 municipios y en los 23
estados. Venezuela es actualmente un gran caldo de cultivo, donde no solamente
hay “indignados” como los hay en España y otros países de Europa, sino también
“decepcionados”, gente que ya no confía en nadie, ni en el gobierno, ni en la
oposición.
El
gobierno cree, ingenuamente, que pude ganar las elecciones parlamentarias del
6D mediante un Estado de Excepción que limite la participación de la gente en
los comicios. La tarea de la oposición tiene que ser la de potenciar el Estado
de Decepción generalizado, en el que se encuentran millones de venezolanos,
incluyendo a un alto porcentaje de oficialistas y militantes del PSUV, y
convertirlo en una poderosa razón para acudir a las urnas y obtener las 84
curules mínimas que le darán mayoría en la Asamblea Nacional.
Los
comicios del 6D se convertirán en la prueba de fuego, en la batalla más
importante que hemos tenido en los últimos años: Maduro y sus decretos de
Estado de Excepción, contra todos los venezolanos que estamos en Estado de
Decepción y que deseamos acabar con este pésimo gobierno de una buena vez y
para siempre.