Opinión
Regional. San Fernando.
Dra.
En Ciencias de la Educación
Yaloha
Alvarado
¿En el hogar
apureño quién educa?
Son irrefutables las aspiraciones educativas
que nuestra sociedad pregona desde el punto vista constitucional y de ideales fundamentados en una ciudadanía
con conciencia moral; no hay trabajos de investigación educativos que obvien
artículos tal como el 102 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, relacionado con la educación como derecho humano y un deber social fundamentalmente.
Es este segundo mandato de deber
social que amerita una reflexión profunda a partir de las condiciones difíciles
que atraviesa el país y por ende nuestro Estado
Apure donde hace necesario
detenerse y pensar objetivamente sobre la responsabilidad en los hogares
apureños .
Si partimos de el gentilicio
llanero en ninguna parte de nuestra historia se describe a los apureños como
personas cabizbajas, conformistas y de
poco interés por la educación de sus hijos; por el contrario el apureño
históricamente es de trabajo, de palabra y con anhelos de que sus hijos
alcancen un nivel educativo que aporte mejorías a nuestra sociedad.
La calidad educativa se ha visto
desmejorada desde el factor económico primordial para la alimentación, el
vestir y la adquisición de recursos para el aprendizaje. Si bien es cierto, el
maestro apureño se “sacrifica” en sentido literal para llevar en sus hombros toda la
responsabilidad de formar a sus estudiantes y no solo eso, sino para mantener
infraestructura, ambientes y jefes
satisfechos con reconocimientos que les
alimentan una mera dimensión egocentrista.
Mientras transcurren estas acciones de
desgaste, surge una interrogante ¿En el hogar apureño quién educa?; en esas
horas en las que los niños y jóvenes no están en la escuela se puede observar
hogares menguantes por falta de presencia de los padres que en lugar de ayudar en las tareas de sus
hijos o infundir en la formación de valores estos se encuentran en largas colas
interminables para ver si pueden conseguir alimentos para sus hijos.
Esto se ha vuelto un hecho común sin darnos
cuenta que estamos faltando al deber social antes planteado, no es una
intención de una crítica persuasiva
porque es ineludible que el alimento es esencial, sin embargo lo que no
es concebible desde el punto de vista de cualquier sociedad que se interese por sus ciudadanos es la
costumbre y la complicidad de seguir en esta situación.
Puede que mis colegas docentes
comprendan la gravedad de la situación pero son esos padres apureños quienes
deben tener siempre presente que los
hijos necesitan que tomen decisiones que mejoren sus condiciones de vida y esto
se logra a través de cambios en las políticas educativas, económicas y sociales
que no vayan en detrimento de la célula fundamental de nuestra sociedad que es
la familia.