Reflexión.
Angela Elena Vera Lefeld.
El secretismo de la dictadura arrecia y
el cerco económico a la prensa, a lo que se suma la intimidación con perseguir
a quien informe la verdad, los periodistas sin medias tintas ni escondites,
continúamos sin #libertaddeprensa difundiendo
sabiendo que un día iremos al paredón.
Por una puerta han entrado la censura y
el dinero de la corrupción a los medios tradicionales venezolanos, y por otra
se han marchado los periodistas —y con ellos, el periodismo— a las plataformas
digitales. Durante el último año, cuando se han conjurado en Venezuela la
crisis global de la prensa, el cerco económico y político a la libre
información y la compra de televisoras, radios y diarios por parte de capitales
asociados al chavismo, han surgido o se han fortalecido una decena de nuevos
medios digitales que apuestan por darle a los ciudadanos las noticias de
actualidad que han dejado de aparecer en la prensa y las pantallas locales.
La enfermedad del expresidente del
finado fue el más sonoro entre muchos casos donde este Estado fallido se esmeró
en ocultar información que debía ser del conocimiento público, y marcó el
comienzo de la migración a la web de una audiencia ávida por saber. A Chávez se
le diagnosticó en junio de 2011 el cáncer que le causó la muerte en marzo de
2013, pero ni Chávez ni sus ministros, que se jugaban la reelección en octubre
de 2012, informaron oficialmente qué órganos del cuerpo del
presidente-candidato estaban afectados por la enfermedad ni cuán grave era su
estado de salud, quiénes eran los médicos que lo trataban.
Desde entonces, cada día más venezolanos
acuden a las redes y a los portales para buscar la información que no aparece
en los medios tradicionales a causa del miedo, de la censura o la autocensura.
Nosotros estamos montados encima de la información y nos hemos dedicado mucho
más a la investigación. El último que logró salir a la luz demostraba cómo
funcionarios de la policía política habían disparado contra un grupo de
estudiantes durante la primera manifestación del 12 de febrero, donde murieron
dos jóvenes tiroteados. Este trabajo ganó el lunes el primer lugar del concurso
anual de reportajes que organiza en Venezuela el Instituto Prensa y Sociedad
(Ipys).
Desde que asumió el poder Hugo Chávez,
en 1998, los diarios venezolanos habían logrado sortear, aunque con
dificultades, la presión económica y política a la que ya habían sucumbido los
medios radioeléctricos, tras el cierre de Radio Caracas Televisión y de 34
emisoras radiales entre 2007 y 2009, y la venta del canal de noticias
Globovisión, abiertamente crítico con la gestión del chavismo, a empresarios
que deben su ascenso económico a sus vínculos con el poder político. El momento
crítico para la prensa escrita llegó con la compra de medios por parte de
empresas fantasmas o de personas ligadas al chavismo que no dan la cara sino
que se escudan en testaferros y ponen los periódicos al servicio del régimen.
A esto se suma que las autoridades niegan
a los diarios independientes el acceso a divisas para la compra de papel, en el
contexto del férreo control de cambios vigente desde 2003. Los periódicos, en
consecuencia, han reducido drásticamente su paginación o han dejado de
circular. Esta crisis de la industria periodística está generando una búsqueda
que aún no sabemos adónde va. Pero todo parece indicar que la respuesta está en
los medios digitales, al menos a medio plazo. También está demostrando que la
crisis es de los medios pero no de los periodistas ni del periodismo, que
buscan nuevos espacios para llegar a la audiencia, decir verdades y mantener el
compromiso de siempre en otras plataformas.
A esa nueva oligarquía que ha florecido
a la sombra de los contratos públicos en la era del chavismo se le conoce en
Venezuela como boliburguesía, desde que el periodista y escritor Juan Carlos
Zapata la bautizó así, en enero de 2004, en su web de confidenciales económicos
Descifrado. Ese año comenzaron a aparecer los empresarios ligados al chavismo y
los funcionarios que estaban en grandes operaciones, acumulando grandes
fortunas, lo que se hizo evidente dos años más tarde, cuando se publicaba la
primera lista de los boliburgueses.
El 3 de mayo de 2014 salió al aire el
capítulo venezolano de Poderopedia: una plataforma destinada a dibujar las
relaciones de poder entre personas, empresas y organizaciones, que hasta ahora
ha publicado más de 200 reseñas y los perfiles de 35 empresarios, políticos y
militares con influencia en la toma decisiones públicas y privadas en
Venezuela. Esta web, dirigida por el periodista César Batiz, se nutre de la muy
escasa información disponible en los registros públicos y de lo que ya ha sido
difundido por otros medios.
En Venezuela cada día hay un
ocultamiento mayor de la información. No tenemos acceso a declaraciones juradas
de bienes o de impuestos, que en otros países son públicos. En el Registro
Nacional de Contratistas observamos, por ejemplo, que no se reportan todas las
obras y contratos públicos obtenidos por las empresas.
Las dos últimas generaciones de
periodistas venezolanos se han formado bajo la política del secretismo de
Estado, donde la información que solía ser pública dejó de serlo y los
funcionarios no cumplen con la obligación constitucional de rendir cuentas de
su gestión. Un grupo de ellos inauguró, en junio de 2010, Armando.info con
algunos de los grandes reportajes producidos por la primera promoción de la
diplomatura de Periodismo de Investigación que no tuvieron cabida en los medios
locales; los términos leoninos en que se basan los millonarios contratos entre
China y Venezuela para construir viviendas o la exportación clandestina del
coltán del Amazonas venezolano.
Pasan los años, nos persiguen, nos
intimidan y acusan sin moral y con descaro; quieren desaparecer nuestro puño y
letra, ejercicio diario que no nos asombra ni nos asusta porque informar no es
delito