Prensa.
ALJER
Via:
Propáez Ong
Guasdualito en la historia (texto de
Luis Felipe Martínez Veloz): “Es necesario no pasar por alto los episodios de
aquellos tiempos, por lo que nos vemos obligados, hablar nuevamente del general
Ramírez, que a pesar de ser un hombre analfabeto, le sobraba inteligencia, pese
a su ignorancia letrada, cosa muy propia del llanero; era natural del estado
Barinas, donde había nacido, fue enemigo de Gómez, y después se plegó a la
causa del Bagre. Era aficionado al juego de dominó y pasaba días enteros
jugando con sus amigos y compadres, frente al cuartel, aun lado de la acera de
la plaza Bolívar. El secretario del general Ramírez era Castor Antonio Pérez,
quien no lo dejaba un instante mientras jugaba.
Cuando le llegaba una correspondencia o
telegrama, la recibía el secretario y se la pasaba a su jefe, quien de
inmediato simulaba leerla, pero como no sabía leer, ni escribir la volvía a
guardar dentro del sobre, pasando algunos minutos se la devolvía al secretario,
quien de inmediato se paraba de su asiento y salía para el cuartel, pasando un
cuarto de hora más o menos, el general se paraba y les decía a sus amigos:
esperen mientras regreso, hoy amanecí con la miadera y entraba lentamente al
cuartel para que el secretario le leyese la correspondencia, algunos de sus
compadres lo sabían, otros no, de que el viejo general firmaba con un
sello”.(2010:21)
Contaría años después Darío Liscano, uno
de los últimos jefes civiles gomecistas, en el bucólico y pastoril Guasdualito
de las tres primeras décadas del siglo XX, quien en varias oportunidades
sostuvo altercados con el viejo zorro militar que, lo de la micción compulsiva
del general era una especie de argucia; primero, como táctica para hacer perder
la concentración a sus contrarios en la partida de dominó; segundo, aunque no
era un hombre de apariencias y menos de hablar por hablar, tampoco le agradaba
ser objeto de chanzas y burlescas miradas de la gente, por su condición de
persona analfabeta. Aunque difícilmente, con sus antecedentes y temple, alguno
osara (al menos teniéndolo en frente) cualquier esguince que le costara una
noctambula recepción en las frías paredes y barrotes del cuartel.
El coronel Natalio Matute recordaría una
anécdota: “en cierta ocasión llegaron al pueblo unos militares colombianos,
invitados a la celebración de los actos conmemorativos de la batalla de
Carabobo; luego de los actos en la mañana, procedieron los jefes a un brindis
etílico con brandy americano, como aficionados al juego de las 28 piezas
blancas, y conociendo la afición del general Ramírez, acordaron con él una
partida de dominó bajo los samanes y mángales de la plaza.
Entre cuentos de plomazón, eventuales
latidos de perros y un silencio vespertino transcurriría la partida. El lugar
fue rodeado de curiosos y gente amiga del general, quienes de alguna manera con
su presencia brindaban apoyo anímico a los jugadores del patio. El juego se
tornaba cerrado, ninguno de los pares otorgaba ventaja, la diferencia de puntos
era mínima; esta vez, el general Ramírez no se excusaba para ir a evacuar la
vejiga, tan concentrado estaba que, la excreción liquida le desapareció. En un
intervalo del juego, mientras se barajaban las piezas, aclarándose el pecho,
interrumpe el secretario:
-Mi general Ramírez, acuso recibo de un
telegrama importante.
Replicando el jefe militar:
-Castor Antonio, me pones nervioso,
quédate quieto chico, que estoy jugando con unos tigres, pero quiero
demostrarles que aquí somos unos leones. Te aseguro que ese telegrama es del
general Gómez, contéstale la misma cosa de siempre, yo de aquí no me paro,
tráenos la jarra de café.
Todos los presentes se vieron a la cara
entre sí, nadie dijo nada, sobraban las palabras. Termino el juego con victoria
para los leones de Periquera. Es de imaginarse que, a raíz de este suceso sería
vox populi en el pueblo, las estrategias usadas por el general Ramírez contra
sus contrincantes en las batallas del dominó.
(ALJER)