Quienes
se pretenden nuestros gobernantes sólo actúan para ellos, eso ha quedado claro
desde hace rato.
Prensa.
Estimulo.com. @Fedosy
Por fin regreso de mis días de asueto.
Estuvieron, en cierto modo, muy naturales. Hoy, precisamente, quiero hablar,
dando un considerable circunloquio simbólico, de lo que podríamos llamar una
cierta ecología de la ética (y no de una ética de la ecología, por favor).
Hace poco estuve en los Médanos de la
Soledad, o los Médanos de Capanaparo, en el estado Apure. Muy pocos conocen
este sitio, injustamente, vale decir, porque es un paisaje hermosísimo y muy
particular en medio del llano venezolano compuesto de dunas rodeadas de agua,
vegetación y ganado.
Pero, y por acá lo lamentable, luego de
dejarme ganar gustosamente por la maravilla experimenté lo que podría definir
como una profunda desazón, cuando, haciendo mi recorrido por las dunas, noté
los rastros de una buena cantidad de neumáticos que herían la limpia arena.
Sí, eran huellas, posiblemente de
rústicos, cuyos conductores debieron pensar que sería divertidísimo meter sus
vehículos a los médanos con el fin de «rustiquear».
Quizá esto no sería posible, es decir,
que un grupo de rústicos invadan los médanos con frecuencia, si en el sitio
hubiese una autoridad —pública o privada— que pusiese cuidado. Pero no es así.
Usted llega desde San Fernando de Apure luego de un larguísimo viaje de horas y
lo que encuentra son unos diez quiosquitos en mal estado, una pedazo de terreno
de difícil topografía que hace de estacionamiento y una casucha que funge de
baño y que está al cuidado de unas mujeres que mandan a sus muchachitos con un
papel mal escrito en el que se le solicita al turista una colaboración de mil
bolívares.
Nunca queda claro si esas dos o tres
señoras son empleadas del Estado o si simplemente viven cerca y se agarraron el
sitio para ellas (asumo lo último); lo que es cierto es que allí no está
presente ningún organismo del Estado, mucho menos uno privado. ¡Cómo va a ser,
en el socialismo! ¡Esa vaina es del pueblo, hermano!
Entre la desidia del Estado venezolano y
el comportamiento de los coños-de-madres-jodedores que se divierten con sus
rústicos, no pude más que llenarme de tristeza.
Ahora, ¿de dónde saco yo, así de
repente, lo de los coño-de-madres-jodedores? Pues déjame explicarme mejor,
querido lector. Por estos días, pero esta vez en un restaurante margariteño con
vista al mar, escuché que un hombre, muy orondo, le decía a su hijo
adolescente:
—En esa playa me bañé una vez como a la
una de la madrugada. Fue hace muchos años, andaba con un poco de coño de madres
jodedores, todos rascados.
No es la primera vez que escucho que es
muy sabroso, muy chévere, muy divertido y muy aceptado socialmente ser un
coño-de-madre-jodedor. De hecho, se me antoja que es muy común relacionar al
coño-de-madre-jodedor con una persona que no sólo es irreverente y divertida
sino también alguien muy temerario que disfruta dejándose llevar sólo por sus
deseos sin importar lo que tenga a su alrededor. Es decir, un
coño-de-madre-jodedor hace lo que le da la gana y cumple sus deseos sin
interesarle el daño de los demás.
Los coño-de-madres-jodedores son como
aquel niño que ve un magnífico castillo de arena en la playa y de pronto, sin
más, lo patea y lo destruye (no sé por qué pienso en el Teresa Carreño y el
gobierno). Quizás haya demasiada inmadurez en esa manera
coño-de-madre-jodedoresca de mirar y actuar en el mundo. Quizás, de Bolívar
para acá, pasando por todos nuestros caudillos, han proliferado y se han
impuesto los coño-de-madres-jodedores. Supongo que el poder sugestivo de la
belleza, de lo bueno y de lo excelente duele demasiado y por eso hay que
destruirlo. Porque el coño-de-madre-jodedor no anda pensando en la delicadeza
de las cosas bellas, él anda pendiente es de la diversión, de «la joda». Para
el coño-de-madre-jodedor lo más cercano al concepto de lo bello es Diosa
Canales, y hasta allí.
No diré que también hay en todo esto
falta amor, porque el amor a la patria nos tiene más que jorobados, pero
quizás, y acá me meto de lleno en el asunto, pienso que los
coños-de-madres-jodedores de la Venezuela de hoy (con una herencia de décadas)
viven entregados (por falta de ley y por falta de educación) al impulso de los
deseos, y poco interponen la razón, la sensatez y una conciencia clara a ese
egoísmo de sus deseos.
Carecen, para ponerlos en palabras del
filósofo Antoni Domènech, de una apropiada «racionalidad erótica», de esa vieja
razón de los griegos en la que los deseos no eran restringidos sino sometidos
también al devenir ético. Para los griegos, según Domènech, no se trataba de
rechazar el deseo sino de elegir el mejor deseo entre todos, y hacer concordar
a su vez este deseo con un bien general. Pero ahora ni griegos ni cristianos;
ahora, o desde hace quien sabe cuántas décadas, todo ha sido lanzado al ruedo
del sálvese quien pueda, donde, por cierto, los coño-de-madres-jodedores
parecen bandearse muy bien.
Quien se lanza a los médanos con su
rústico se entrega a satisfacer sus deseos más… no sé, infantiles… sin pensar
en lo más mínimos en las consecuencias, y utilizando además esa gran máquina
motriz que, al ser disfrutada de esa manera, se transforma en una bestia destructora,
porque no es más que una extensión del alma del coño-de-madre-jodedor que la
manipula. La camioneta, el rústico, resulta así una metáfora del egoísmo que
privilegia la cosa material por encima del buen deseo de disfrutar con respeto
un paisaje natural de belleza inobjetable.
Lo sabemos: los que ocupan el poder se
pretenden muy serios. Así se presentan ante su público, frente a las cámaras,
pero me imagino que entre ellos, tan chéveres y tan venezolanos todos, se
comportan como los propios coño-de-madres-jodedores. Porque esa es su
mentalidad, la de los coño-de-madres-jodedores que son expertos en jodederas y
guachafitas.
Nada parece importarles más allá de su
propio interés. Ocuparse de los médanos de Capanaparo, ¿en qué beneficiaría a
éste o al otro gran oligarca del gobierno? Porque señores, los oligarcas están
única y exclusivamente en el gobierno. Sólo se puede hablar de oligarcas cuando
un pequeño grupo de personas, llevado por sus intereses propios, maneja las
riendas del gobierno de un país a su antojo. No hay oligarca sin cargo
político, el oligarca es el que manda políticamente.
Quienes se pretenden nuestros
gobernantes sólo actúan para ellos, eso ha quedado claro desde hace rato. Por
supuesto, como tienen mentalidad de coño-de-madres-jodedores, les encanta andar
en camionetotas.
Y así vamos, así estamos: en un país
donde cada vez hay más coño-de-madres-jodedores en todas partes, gente que han
hecho de la libertad su lema. Sí, de la libertad como ellos la entienden: la de
hacer lo que les da la gana. En ocasiones, eso sí, se les ve alegres y
jodedores. Así, como era Chávez, ¿recuerdan? Chávez era el jodedor más jodedor
de todos.
Al final pareciera que no somos más que
eso, una cuerda de coño-de-madres-jodedores-echadores-de-vaina, chéveres y sabrosones,
más arrechos que todo el mundo en esta tierra devastada que va siendo
Venezuela.