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Cuando
el veterano de la guerra de Vietnam Jim Martinson perdió ambas piernas después
de que uno de sus compañeros pisara una mina terrestre durante la guerra,
Martinson estaba seguro de que no volvería a esquiar. “Supe que nunca más lo
haría porque tenía ambas piernas amputadas por encima de la rodilla, y para
esquiar hay que tener las rodillas”, explicó Martinson, de 70 años.
Pero
Martinson no se dio por vencido; por el contrario, trabajó duro en su
rehabilitación. En la década de 1980 formó una empresa, “Magic in Motion”, que
creaba equipos para atletas con discapacidades. Además de hacer sillas de
ruedas para la vida cotidiana y deportes específicos, desarrolló el monoesquí,
un dispositivo que ayuda a esquiadores discapacitados como él a subirse a los
remontes y recorrer las pistas con seguridad.
Motivado
por sus hijos
La
inspiración del monoesquí fue bastante simple: Martinson sentía un ferviente
deseo de esquiar de nuevo. Estaba cansado ver a sus tres hijos esquiar cerca de
él, parado en sus piernas artificiales. Había aprendido a esquiar de niño, y
tenía espíritu deportivo. (Para este momento ya había sido ganador en la
división de silla de ruedas del Maratón de Boston).
“Todo
lo que quería hacer era esquiar con mis hijos”, señaló Martinson. “No estaba
interesado en las pistas de diamantes negros dobles [para esquiadores de nivel
avanzado]; solo quería esquiar en las pistas verdes y azules”, explicó,
refiriéndose a los cerros menos exigentes.
El
monoesquí funcionó, y dos años después, Martinson había esquiado en las pistas
verdes y azules, así como en pendientes más difíciles, con maniobras
complicadas. Alcanzó su punto máximo en 1992, cuando ganó la medalla de oro en
los Juegos Paralímpicos en la división de monoesquí alpino. Hoy en día,
Martinson sigue esquiando, y hace poco comenzó a jugar al golf, usando un
carrito especial para trasladarse.
“En
la vida tenemos que tomar una decisión: si queremos avanzar de donde estamos o
pasar el resto de nuestra vida lamiéndonos las heridas y sintiendo lástima por
nosotros mismos”, afirma Martinson.
Con
la mira en el camino a la inclusión
“Todos
juegan: Deporte y discapacidad”, una exposición en el Museo Nacional de
Historia Estadounidense en Washington que durará hasta marzo, cuenta la
historia de Martinson y otros atletas como él, muchos de los cuales fueron
heridos de guerra, pero siguen siendo feroces competidores, y muestra la
modernización de los deportes adaptados que ellos han presenciado.
En
esta foto de 1943, soldados estadounidenses heridos lanzan troncos pesados para
recuperar su estado físico. Estos ejercicios de rehabilitación llevaron a una
mejora en los equipos y a un mayor interés entre las personas con discapacidad
para participar en los deportes.
Empieza
en el principio, con una exhibición de baloncesto en silla de ruedas, por
ejemplo, que impulsó el gobierno de Estados Unidos después de la Segunda Guerra
Mundial para rehabilitar a soldados heridos.
Ray
Werner, quien quedó paralítico en el Pacífico, se convirtió en parte de un equipo
pionero de baloncesto en silla de ruedas y puso a prueba los límites de su
movilidad, comenta Jane Rogers, curadora asociada del museo.
Los
deportes adaptados en Estados Unidos se transformaron en un movimiento
internacional. Los Juegos Paralímpicos, celebrados por primera vez en 1960 y
los “X Games”, que comenzaron en 1995 y luego incorporaron los deportes
adaptados en 2007, dieron nueva visibilidad a los atletas con discapacidades. Y
esa visibilidad estimuló la demanda de nuevos avances tecnológicos en los
equipos.
Los
fabricantes de equipos comenzaron a producir equipos adaptados en la década de
1970, mientras que otros atletas como Martinson hicieron equipos o modificaron
equipos convencionales a fin de satisfacer sus necesidades.
Atletas
innovadores
Martinson
utilizó los comentarios de los clientes, sus empleados y compañeros deportistas
para realizar ajustes permanentes en las sillas de ruedas y los monoesquíes de
su empresa. Nunca patentó sus invenciones, ya que quería que otros pudieran
replicar sus creaciones. “Fue porque no había mucha gente que hiciera algo
así”, destacó.
“Estas
personas se convirtieron en innovadores debido a su situación”, señaló Rogers,
el curador asociado. “Sin duda, las actitudes han cambiado… pero creo que
siempre podemos mejorar”. La autora de este artículo es la redactora
independiente Lenore Adkins.