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Su voz le dio cuerpo a la radio
venezolana. La publicidad contó con el privilegio de su timbre vocal. La
televisión no se quedó atrás. Y la audiencia recibió lo mejor, su profundo
conocimiento del ambiente musical global. A la hora de su despedida, de su
silencio final, sus colegas y hasta pupilos lo recuerdan por su grandeza
Finaliza la década de los 60. Fenómenos
musicales como The Beatles o The Rolling
Stones, conviven con convulsiones sociales derivadas de la Guerra de Vietnam,
el movimiento hippie y la protesta. El target juvenil comienza a estar
plenamente definido en la radiodifusión y así lo entienden visionarios como
Tito Martínez del Box y Oswaldo Yepes quienes, junto al empresario Radamés
Lebrón, adquieren la emisora La Voz de la Patria para lanzar desde esa
frecuencia la primera emisora dirigida a los jóvenes: Radio Capital. El 23 de
septiembre del 1968 comienza a escucharse la promoción “Oigo Radio Capital” y
el eslogan “La emisora que hace gustar la radio otra vez” en el dial 710 de
amplitud modulada.
En esa etapa de la radio venezolana
surge una camada de voces como las de Napoleón Bravo, Enrique Hoffman, Gustavo Pierral, Marco
Antonio “Musiú” Lacavalerie, “Chepo” Bustamante, Capi Donzella, Alfredo
Escalante e Iván Loscher, cuyo último suspiro se dio el miércoles 22 de febrero
de 2017 más de cuatro décadas después.
“Iván Loscher trabajaba especialmente en
las noches, y su horario nocturno al frente de los controles, le permitía
colocar extensos temas de bandas de rock británicas y estadounidenses, mientras
se ganaba el escarmiento de uno que otro productor de Radio Capital por su
osadía, a lo que él contestaba que podía seguir colocando temas de larga
duración porque, de acuerdo a su opinión, casi nadie escuchaba su espacio”,
relata Rafael Sarría Diaz en el portal radioenvenezuela.com.
Luego llegaron los clientes, que
confirmaban una amplia audiencia, y los mejores horarios. Pasó a la mañana, se
paseó por la rejilla de programación, compartió con otros en las cabinas de
transmisión para nunca dejar de hacerle ojos a su lugar favorito: la noche. De
hecho, sus últimas aventuras al aire fueron junto a Polo Troconis en la mañana
por Éxitos FM, y también solo, por la noche, con “Por todos estos años”.
En la web de Inspirulina, está un
pequeño perfil escrito por él mismo: “Algunos piensan que es un nombre
artístico, pero mi imaginación no da como para inventar un nombre tan
rebuscado. Como nacer, al fin y al cabo, es un accidente genético, mediante la
azarosa comunión de los flujos íntimos de los progenitores que me tocaron en
suerte, a la postre, nací en Caracas”. Más tarde, durante una entrevista en
Globovisión en 2014, afirmó que “mi vida empezó cuando yo arranqué en la radio,
de modo que tengo 40 años de radio y de vida”.
Nacido en la capital de Venezuela en
1946, pasó por la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela,
de donde le quedó la vena por el análisis de la vida. De allí que escribió
varios libros sobre la condición humana y sus circunstancias, pero fue
básicamente un hombre de radio, convertido en icono de la radiodifusión
nacional.
César Miguel Rondón, quien dio la
noticia del fallecimiento de Loscher, se refiere a él como “La voz de la radio”
y “El rock mismo en carne y hueso”. “Obviamente nos conocimos en la radio. Pero
en una a la que ninguno de nosotros dos pertenecíamos: la FM Cultural de
Caracas. Dos o tres palabras intercambiadas en un pasillo mientras, cada uno
por su lado, esperábamos estudio. Él era un ícono inmenso. Yo apenas un
principiante. Primera mitad de los 70… En ese momento solo intercambiamos un
par de monosílabos. Él, por supuesto, no sabía quién era yo. Y yo mucho quién
era él”, cuenta el locutor.
Más que conocimientos, Iván Loscher
poseía sabiduría, mucha de la cual plasmó en títulos como Alternativas a la
imposibilidad de sembrar el petróleo –junto a Juan Pablo Pérez Alfonso-, La
venganza de la Momia Azteca, De los problemas reales al narcisismo de Internet
y Ella era tan bella que levantaba sospechas, los títulos de sus publicaciones
en un formato que se le hizo juguete: el texto escrito.
De otra generación de locutores más
contemporánea, Iván Matta recuerda que siempre le impresionó “que pese a tener
esas tribulaciones intelectuales, Loscher pudiera apreciar un buen guamazo de
procacidad a tiempo”. Destaca, igualmente, su buen humor, “sus ganas de reírse,
siempre que pudiera. Era serio, no era un guasón o Er Conde, pero tenía una
cuota mínima de risa, aún si estaba de un humor magro”.
Matta destaca que Iván Loscher llegó a
convertirse en “una voz pública de la psicodelia y del rock progresivo, en un
país que era bastante provinciano en sus gustos, en el que se consideraba ‘muy
rock’ cantar ‘I saw her standing there’ en español. Años después, Iván se
convirtió en un nodo de proyectos que se movían a su alrededor, y en una
especie de sensei errante en la radio juvenil. A todos nos hizo bien”.
César Miguel Rondón rescata tres aportes
esenciales de Loscher a la radio venezolana: rigor (“el verbo piratear estaba
prohibido en su quehacer profesional”), amor por el micrófono (“sin duda, el
mejor locutor de su tiempo en toda Latinoamérica”), y el respeto por el oyente
(“yo que tantos programas hice a su lado, siempre sentí que cuando hablaba
frente al micrófono era tan humilde y respetuoso como un monaguillo ante un
Cardenal”).
Rafael Cadavieco, locutor, músico y
productor, que ha mantenido al aire por más de una década el programa El Show
de la Mañana, recuerda que Iván Loscher fue el responsable de su paso de Hot 94
a La Mega, aun cuando no fuesen amigos ni se conocieran a fondo. Loscher, eso
sí, era su oyente. “Iván estaba adquiriendo mucho peso, tenía un cargo no
oficial de asesor, y una relación muy estrecha con Sergio Gómez de Unión
Radio”, empresa en la que desarrolló los últimos 25 años de vida profesional
compartiendo su sapiencia con la frescura de talentos como Eli Bravo, con quien
fundó una de las primeras radios web del país.
El exintegrante de Zapato 3 rememora
que, una vez concretado su paso a la nueva emisora, “tuve una súper relación
con él porque su programa arrancaba a las 9:00 am, cuando terminaba el de
nosotros”. Luego en Miami, Cadavieco ayudó a Loscher a instalar un estudio de
grabación. “Consultó conmigo esa posibilidad, y cuando lo hicimos fue un par de
fines de semana inolvidable. Él estaba asociado con Eli Bravo. No había pasado
un mes y ocurrió lo de las Torres Gemelas (2001), entonces él se frikió por
cómo había cambiado la percepción de los estadounidenses hacia los extranjeros
y decidió regresar a Venezuela. ¡El gran Iván! ¡Qué tipo! Lleno de anécdotas,
cuentos, historias. El único y último verdadero rockstar de la radio. Nos queda
disfrutar el legado y enseñanzas que nos dejó”.
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