Prensa. Efecto Cocuyo.
El
refuerzo de la seguridad de la morgue de Bello Monte alertó a la prensa. La
defensa del capitán Rafael Acosta Arévalo había informado que el cuerpo del
militar iba a ser entregado a los familiares. Una camioneta de la funeraria La
Monumental del cementerio del Este esperaba dentro de la sede de la principal
medicatura forense de Caracas, para trasladar y sepultar, por órdenes del
Tribunal 36 de Control, los restos del hombre que murió en manos de la
Dirección de Contrinteligencia Militar (Dgcim).
Doce
días duró la espera de la familia del capitán de corbeta Acosta Arévalo, para
reconocer y enterrar el cadáver del militar fallecido bajo custodia del
Gobierno de Nicolás Maduro. A las 11:13 de la mañana de este miércoles 10 de
julio, llegaron los familiares de Acosta Arévalo a la morgue. Era la primera
vez, después de conocerse el asesinato, que los allegados del militar
reconocerían el cuerpo del funcionario castrense en situación de retiro.
Su
madre, una mujer de 80 años, llegó con un bastón, en compañía de su hija y el
abogado Alonso Medina Roa. Cabizbaja y sin dar declaraciones a los medios,
entró a la sede del Servicio Nacional de Medicina y Ciencias Forenses
(Senamecf). Una hora y 10 minutos después, la camioneta fúnebre trasladó a
Acosta Arévalo de la Morgue de Bello Monte al cementerio del Este.
La
familia del Capitán pidió que su sepultura fuera en Maracay, estado Aragua,
pero esta petición fue negada; la orden del Tribunal 36 era enterrarlo allí y
no donde sus allegados lo habían exigido. “No me tapen la cara que mi hijo no
fue ningún delincuente“, fueron las únicas palabras que dijo la madre de Acosta
Arévalo, al salir de la morgue.
Fue
una inhumación controlada similar a la de las víctimas de la masacre de El
Junquito, donde el Gobierno sepultó a Oscar Pérez y su grupo en los cementerios
elegidos por los funcionarios de Maduro. “Yo lo mato yo lo entierro”, sentenció
el abogado de Acosta Arévalo, refiriéndose a la forma en la que actuó el
Ejecutivo.
Menos
de cinco familiares pudieron darle el último adiós al capitán Acosta Arévalo.
Su madre, su hermana, una prima y una sobrina fueron las testigos del sepelio,
que se realizaba bajo una carpa azul que disponía de siete sillas. No había
flores, banderas, ni mensajes de despedida.
Funcionarios
del Ministerio Público, de la Defensoría del Pueblo, del Servicio Bolivariano
de Inteligencia Nacional (Sebin), de la Dgcim y un representante de la iglesia
católica también estuvieron presentes durante el entierro del Capitán.
La
prensa no pudo pasar. La orden dada a los más de 20 efectivos de la Policía
Nacional Bolivariana (PNB) era impedir el acceso de los medios de comunicación.
El
capitán de Corbeta fue enterrado en la parcela 212. En su túmulo yacía una
lápida de concreto que llevaba su nombre: Rafael Acosta Arévalo 212 I-266 C. “A
Acosta Arévalo lo molieron a palos en la Dgcim”, dijo su abogado en
declaraciones a los medios. Según los resultados de la autopsia el capitán
murió por “politraumatismo generalizado”.
Con
el entierro controlado del capitán Acosta Arévalo, el Gobierno de Nicolás
Maduro, ha realizado al menos nueve inhumaciones de cadáveres. José Antonio
Tovar Colina (El Picure), Abraham Agostini Agostini (36), José Alejandro Díaz
Pimentel, Daniel Soto Torres (30), Abraham Lugo Ramos (30), Jairo Lugo Ramos, y
Lisbeth Andreina Ramírez Mantilla (26), fueron sepultados por órdenes de los
funcionarios del Gobierno sin la autorización de familiares.