Prensa. Xatakaciencia.
Uno enciende la ducha, y de su grifo sale dispersa una
agradable agua caliente. Parece que estamos limpiándonos. Y sí, eso es cierto.
Pero no es menos cierto que hay muchas cosas que están precipitándose sobre
nuestro cuerpo además de esa agua aparentemente limpia. En primer lugar,
después de cada uso, el grifo puede retener agua caliente durante varias horas,
lo que evita la desecación de las bacterias.
Microbios y agua caliente
Las bacterias y otros microbios hallan en el grifo de
la ducha un lugar idóneo para instalarse en biopelículas, tanto en las tuberías
como en los cabezales de la ducha. En ese medio, además, pueden recolectar todo
lo que pase flotando en el agua, como si fueran esponjas de mar. Son litros y
litros de agua que pasan a menudo.
Sí, en el agua hay más diversidad, porque es más
difícil multiplicarse: cuanto más fácil es de hacer esto último, más difícil es
la diversidad. Estas especies, pues, acaban por formar ecosistemas muy estables
en los que cada una de ellas desempeña una función específica. Incluso hay
bacterias depredadoras:
Ahora mismo, en la alcachofa de ducha de cada casa
estos "lucios" diminutos están aferrados a otras bacterias,
perforándoles los costados y liberando sustancias químicas para digerirlas. Las
biopelículas también sustentan protisas que se comen a los "lucios",
y hasta nematodos que se alimentan de los protisas, así como hongos que
realizan su propia labor fúngica. Esta es la cadena alimenticia que se nos cae
encima cada vez que nos duchamos.
Eso no significa que debamos evitar la ducha. Ni mucho
menos. Es mejor ducharse que no hacerlo (y no solo por el probable tufo de
desprenderemos). Además, a pesar de todo lo dicho, el agua salva vidas. Y
también evita la superpoblación (al igual que la falta de electricidad la
favorece):
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