El rápido y sorprendente avance de los talibanes en Afganistán no es
solo el resultado de su fuerza militar, sino también de su habilidad para
influir en la moral del ejército del gobierno y de su capacidad para cerrar
acuerdos.
Prensa. 24matins.
Los insurgentes mezclaban
amenazas y alicientes en su propaganda de guerra cada vez que tomaban una
ciudad (algunas incluso sin pegar un tiro), hasta que entraron en la capital,
Kabul. ¿Por qué no opuso resistencia el
ejército gubernamental? Estados Unidos y Afganistán estaban convencidos, cuando
las tropas internacionales comenzaron su retirada en mayo, de que el ejército
afgano podría responder a los ataques de los talibanes.
Con cerca de 300.000
miembros y un equipamiento mucho más avanzado que el de los insurgentes, las tropas
del gobierno estaban listas, al menos en teoría. En verano, este mismo ejército
pudo resistir la ofensiva talibana en el sur, en Lashkar Gah, pero sin el apoyo
aéreo y militar de Estados Unidos, no aguantaron mucho.
Frente a un ejército más
pequeño pero más motivado y cohesionado, muchos soldados del gobierno, incluso
unidades enteras, desertaban o se rendían, dejando libres las ciudades a los
talibanes. ¿Cómo aprovecharon los talibanes la baja moral? Las semillas del
colapso comenzaron a germinar el año pasado cuando Washington firmó el acuerdo
de retirada completa de sus tropas con los talibanes.
Para los talibanes, fue el
inicio de su victoria tras dos décadas de guerra. Para muchos afganos
desmoralizados, significó traición y abandono. Los insurgentes ampliaron su
ofensiva con asesinatos dirigidos contra periodistas y activistas de los
derechos humanos, creando un sentimiento de miedo generalizado.
Acompañada de una campaña
de propaganda ante la inevitable victoria talibana. Soldados y responsables
locales informaron que recibían mensajes de teléfono pidiéndoles que se
rindieran o cooperaran con ellos para evitar males mayores. ¿Qué pasó con las
milicias antitalibanas de los señores de la guerra? Ante la inoperancia de las
fuerzas gubernamentales para frenar el avance talibán, muchos señores de la
guerra reunieron a sus milicias para enfrentarse a los talibanes si estos se
atrevían a atacar sus ciudades.
Pero ante el hundimiento
de la esperanza en la supervivencia del propio gobierno afgano, el destino de
los señores de la guerra también estaba marcado. Y sus ciudades cayeron sin
pelea. En el norte, Abdul Rashid Dostum y Atta Mohammad Noor huyeron a
Uzbekistán dejando atrás vehículos militares, armas e incluso uniformes. ¿Cómo
fueron capaces de hacerlo tan rápido? Los talibanes habían comenzado a tejer
acuerdos y pactar rendiciones mucho antes de su ofensiva relámpago de mayo,
según informes.
Desde soldados hasta
responsables locales de bajo nivel, e incluso gobernadores y ministros, los
insurgentes presionaban para buscar nuevos acuerdos. Las imágenes de su marcha
final hacia Kabul muestra la eficacia de esta estrategia: sin cuerpos en las calles
ni combates callejeros, los talibanes y los responsables locales pueden
formalizar con tranquilidad el traspaso de poder en las zonas conquistadas. Informes
de EEUU realizados hace un mes estimaban que el gobierno afgano podía colapsar
en 90 días, pero desde que los talibanes tomaron su primera capital provincial,
solo llevó dos semanas.
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