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martes, 17 de mayo de 2022

COLUMNA: CRÓNICAS ALTO APUREÑAS: La Calle Real por Aljer “Chino” Ereú.

Columna crónicas alto apureña por Aljer “Chino” Ereú.

(1)

Es mi pueblo quien escribe

yo solo presto mi mano,

lo de poeta fue el llano

a su antojo recio y libre.

La identidad hace que vibre

en mi pecho la querencia,

verdadera pertenencia

del sentir guasdualiteño,

motivándome el empeño

que la historia crea conciencia.

(2)

Hoy les traigo en referencia

a la vieja Calle Real

histórica y ancestral

de un pasado en deferencia.

Viene a la reminiscencia

aquellos toros coleados

cuando coleadores nombrados

demostraban sus hombrías

tumbando cachos esos días

y a La Virgen consagrados.

 

BREVE INTROITO.-

Cada una de nuestras calles guarda bajos sus retoques de alquitrán huellas generacionales así como efemérides, sucesos y diversos fragmentos históricos, elementos que con los transcursos de las épocas han ido conformado en parte el espíritu y la esencia de nuestra identidad guasdualiteña. Siendo así, resulta necesario indagar sobre esos componentes como forma de entender las particularidades que nos identifican como un gentilicio único y complexo. En ese sentido, se presenta en los párrafos siguientes una breve historicidad de nuestra principal e histórica corredera, nos referimos a la Calle Real.

 

HISTORICIDAD.-

Es con la llegada del barines José Ignacio del Pumar, Marques de Boconò y Masparro y Vizconde del Pumar a Guasdualito, a mediados de 1770, que se inicia la refundación del poblado, trayendo el noble criollo lo necesario, incluyendo linajes puros para dar cumplimiento a la orden de la Intendencia del Ejercito y Real Hacienda, como era de allanar y pacificar un territorio desértico, inhóspito e inhabitable, habitado por indios bárbaros. Don José Ignacio cumpliría de forma eficiente lo encomendado por la superioridad real, en su visión colonizadora demarcaría el primigenio asentamiento (Pueblo Viejo) organizando la ubicación de la plaza e iglesia, dotando de solares y provisiones a sus acompañantes en la arriesgada encomienda. Entre las normativas del proceso fundacional estaría la designación de una Calle Real expresada en la Real Orden del 01 de noviembre de 1751, en ella se establecía para los pueblos del nuevo continente un cordel principal en honor al rey, a partir del cual surgirían las demás calles, es decir, esta arteria seria la médula principal del pueblo y el puntal de expansión. Y efectivamente esto ocurriría pero en el umbral del siglo XX en el Guasdualito nuevo. Esta auténtica vía sería la escogida por la mayoría de inmigrantes italianos y comerciantes criollos para el establecimiento de sus expenderías, las cuales se mantendrían en actividad comercial hasta inicios de la sexta década del siglo caducado, quedando a los dos laterales lotes de terrenos baldíos que paulatinamente fueron utilizados para uso residencial y comercial.

 

Ahondando en el aspecto histórico, la más añeja de las calles de Guasdualito tiene sus épicas, como la del general Valentín Pérez, apodado “El Espaletao”, quien proveniente de México y llegado nuevamente a Venezuela seguiría en su gesta utópica, cayendo mortalmente herido de bala en la batalla de Guasdualito de 1913. Referente al hecho José León Tapia (+) en su obra Tiempos de Arévalo Cedeño, en sus conversaciones con el viejo capitán Hilariòn Larrarte La Palma, èste le testificaría: “Eso fue un tiro de mauselin, repetía como explicación el general Valentín Pérez, cuando alguien miraba con extrañeza su porte con un hombro más caído que el otro, de donde le colgaba la carabina treinta- treinta que nunca le faltaba. Esa tarde (Batalla de Guasdualito de 1913) estaba eufórico, aperado con montura pico de plata y cabezada de lujo, al cinto la gran pistola de cachas labradas, y en la mano izquierda una varita de chaparro larga y flexible que reafirmaba sus gestos, al levantar la voz, diciendo: vamos pa´lante, para La Calle Real, y como si fueran uno solo obedecieron sus soldados para desparramarse en silencio por el sendero de polvo y casas encaladas, pávidos de susto sus habitantes. Adelante Valentín Pérez, varita en mano señalando el camino, hasta ponerse a tiro de fusil…Iba ciego es la verdad, por eso los balazos le parecían pájaros de vuelos fugaces, y los gritos desgarrados de los heridos vítores de triunfo como los escuchado en Torreón (Mex). Levanto la varita y fue como si llamase la bala, porque un plomo candente le partió el corazón. Cayo de bruces en la tierra…y solo tuvo tiempo para gritar: ¡Viva La Patria! Un soldado que iba a su lado, se detuvo, lo miro y exclamó: ¡Carajo nos mataron el alma de la revolución! (Fin de cita).

 

En el contexto anterior, otro personaje que expiraría por la carrera a pocos metros de la iglesia sería el boticario Silverio Agüero, pero en la batalla de 1921. El día de la refriega tropas revolucionarias comandadas por el doctor Roberto Vargas (a) “El Tuerto” (comandante en jefe), secundado por Fermín Toro (jefe de estado mayor), general Emilio Arévalo Cedeño (jefe de la primera división), general Pedro Pérez Delgado (jefe del batallón Aramendi) entre otros homéricos intentarían sin éxito tomar la plaza del poblado, la cual estaba defendida por 270 hombres bien apertrechados en el Cuartel Militar (hoy Casa de Gobierno) comandados los mismos por los oficiales gomecistas: general Benicio Giménez, coronel Antonio Pulgar y coronel Jesús Antonio Ramírez. Treinta y seis horas de plomo limpio con los Winchesters 30-30, y el continuo relampagueo de los machetes Collins fueron más que suficiente para inundar las cuatro calles de tierra del pastoril y apacible pueblo con la hemoglobina humana, un légamo rojo bautizaría con espanto el nacimiento del día más tenebroso y mortal de nuestro pueblo, muertos de uno y otro lado, cuerpos sin cabezas y mutilados, paredes de barro agujereadas por el plomo darían cuenta de lo sucedido, una escena de horror sacada del mismo infierno, con muchos costos impagables como fue la pérdida del boticario Agüero, muerto por error de un certero plomazo al cruzar la Calle Real, cuando se dirigía a prestar los primeros auxilios al doctor Ricardo Arria Ruiz, caería el herbolario entre las casas de Francesco Guarino y la del coronel Natalio Matute.

 

Desde el periplo fundacional hasta finales de la cuarta década del siglo pasado se mantendría la designación como Calle Real. Como primigenias familias de la carrera es necesario mencionar a los Grieco, García, Roca, Abunassar, Carpio, Fuentes, Panza, Trejo, Ortiz, Stella, Guarino, Bocaranda, Braidy, Bocaranda, Sosa, Laporta, Moreno, Gutiérrez, Filardo, Galvis, Ruiz, entre otras dignas prosapias. Al costado derecho se ubicaría la iglesia Nuestra Señora del Carmen, con los posteriores anexos de La Placita Páez y el Colegio Santa Rosa de Lima, casi en la transversal al templo católico en intercesión con la hoy la calle Bolívar se localizaba la casona La Guariqueña, propiedad de Enrique Hurtado, esmerado hombre venido de Guardatinajas (Gua) bautizada con ese cognomento por ser la morada permanente de sus familiares guariqueños, allí funcionaria con regularidad la farmacia Apure. Diagonal al negocio de Elías Galvis se situaba la Logia Masónica, ubicándose a pocos metros pero del otro lado la primera planta eléctrica operada por el laborioso y comedido Guillermo Gutiérrez. Sería para 1949 por iniciativa del concejal Vicente Guevara que se toma en cuenta el cognomento de Avenida Miranda, en tributo al prócer nacido el 28 de marzo de 1750, y del que para 1950 se cumpliría el bicentenario de su natalicio. La propuesta fue aprobada por unanimidad por el resto de los ediles, sin embargo, por los continuos años y aún con la nomenclatura urbana de 1962 se continuaría conociendo como la Calle Real. Para las festividades de la Señora del Monte Carmelo, era fiel la tradición de efectuar en la calle los toros coleados, en símil no distante con las localidades españolas, en donde por la Provisión de la Real Cancillería de 1525 se estipulaba la costumbre de la tauromaquia. Pasarían algunos abriles, vendría un rápido crecimiento del pueblo, y la necesidad de expansión, se extendería la Avenida Miranda de norte a sur, agregándosele el tramo del terraplén de El Gamero y el empalme conocido como el terraplén de los chiguires. Calle Real y Avenida Miranda, diferentes designaciones para una importante avenida histórica de nuestro pueblo, el pueblo bueno.

ALJER “CHINO” EREÙ.

 COLUMNA PRESENTADO POR:

MR. WOK DELISS APOYANDO NUESTRA LABOR HISTÓRICA

Aplaudamos el sentido de pertenencia e identidad de esta importante empresa gastronómica, en respaldo a nuestro  programa de siembra histórica cultural. Es   Mr. Wok Deliss, el auténtico sabor de la comida china en Guasdualito. Ubicados en  Urbanización Altos de Periquera, Calle 3 entre Carreras 1 y 2. Pueblo Viejo. Guasdualito.  Pedidos a través del WhatsApp 0414-7398853. Atención esmerada, satisfacción garantizada.

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