Columna. Albañil de la Historia. Ramón
Ojeda Crusate.
Hace ya
cierto tiempo, estuve la suerte de oír una vieja historia del llano, referida
por el eminente poeta José Natalio Estrada Torres. Es la remembranza de un
llanero muy destacado en sus años mozos; arriesgado, atrevido, valiente, osado,
ninguno como él para domar en pelo un animal salvaje e innumerables de veces, a
sabana limpia, con el ala del sombrero atendió al desafío del toro bravo, tan
igual como al ímpetu de cualquier río crecido y vencerlo usando solo sus brazos
como remos. Desde niño aprendió a descifrar la tierra llana.
En el canto
de las aves se iluminaban estados de alertas, que solo él podía comprender,
pues, en silencio conversaba íntimamente con la misma sabana repasando luchas y
desencantos. En los remanso del río estancaba las pupilas del ojo combatiente, alerta
y sospechoso. Sus poros sudaban llano y el mismo viento pirueteando en el
remolino, al pasar le susurraba las fuentes oscuras de la llanura. Los años
fueron surcando su piel como los esteros
resecos, la fisonomía se encorvó como el arpa, llegaron ciertas dolencias del
pasado acumuladas en su cavidad ósea y articulaciones. Perdió fuerza, movilidad
y visión.
Quedó ciego
en el abismo de la nada. Aquel ser entrenado en la sabana, requería llano para
su realimentación del alma, por eso todas las tardes pedía que lo sentaran
frente al tranquero, desde allí se cruzaban los fantasma que también eran sudarios de su alma; porque al oír relinchar
un caballo en el confín y el pitar fiero, retador y desafiante del toro bravo,
sobre sus lacias mejillas se le veía rodar dos lágrimas... Eran los últimos
brillos de hombría del CENTAURO CIEGO...
En la
oscuridad el llanero absorbe la frustración del ocaso sobre el
entorno...mirando hacia arriba, siente como el ciclo del cielo se le cierra al canto de su
victoria...pausado y silencioso de gesto sabe que cada minuto puede ser el
último instante, soberano y dominante en el territorio siente que su tierra se
le arrugó en el rostro y es un cauce de río las lágrimas crecientes del
centauro ciego...
Ramón Ojeda Crusate.
Elorza, Septiembre de 2022.
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