Crónica. ALJER©. (Chino Ereú). ALTO
APURE.
Como huyendo con el
viento
dos jinetes van
andando,
uno con Dios en la
mente,
el otro en su mente
pecando,
tragándose entre los
dos
caminos y leguas de
llano.
El de atrás es el
patrón,
adelante va el
baquiano,
el de atrás con la
remonta
de oro embebido con
barro,
temiendo de los
cuatreros,
había dispuesto
enterrarlo.
En la agonía de la
tarde
llegarían al Paso El
Guamo,
donde llaman Mata e´
Silva
esa noche
pernoctaron,
uno solo amaneció
la avaricia cobro
caro.
Exordio
Con
el correr de las décadas la idiosincrasia apureña se ha nutrido de folklorismos
y creencias que, han perdurado en el tiempo viajando en los parlantes y ecos
generacionales. Este paradigma cultural de origen universal influenciado por
las herencias mestizas, ha determinado y lucrado la forma única de la sapiencia
e identidad del habitante del llano apureño. De allí se deduce que, nuestra
raigambre folklórica-cultural local, presenta un connubio tautológico, en el
que el maniqueísmo autóctono se ha encargado de concebir leyendas y mitos,
precisando y solidificando creencias, que, si bien es cierto, muchas de ellas
son catalogadas como supuestos.
Igual
de cierto es que esas conjeturas en muchas oportunidades sobrepasan lógicas y
entendimientos racionales, confrontando en la dimensión tiempo dos sustentos
antagónicos: el escepticismo y la necesidad de creer. Es este contexto
tradicional el que sustenta la cosmovisión teogónica de nuestros pueblos
llaneros. En esta trama, cuatro pueblos apureños: Mantecal, Apurito, El Samán y
Achaguas, comparten en su tramo vial, geográfico y cultural, un dogma: la
devoción del Anima de Mata e´ Silva. A continuación, se presenta parte de su
historia.
Según
las versiones verbales es el alma de un floreciente ganadero andino oriundo del
Táchira, asesinado a manos de un guía ambicioso y traidor. Aunque su nombre
cristiano es una incógnita hasta hoy, la fontana popular refiere que, en los
años veinte de la pasada centuria estaba residenciado en La Concordia, en donde
era propietario de varias haciendas, las cuales administraba exitosamente,
dedicándose además con responsabilidad y buen tino al negocio de la
compra-venta de ganado; incluso, llegó a ser considerado por los pecuarios del
Alto Apure como el mejor pagador de reses, razón por la cual se granjería el
respeto, admiración, pero también la envidia de otros.
Don
Casimiro Delgado guasdualiteño de recia estirpe, cabestrero y arreador de
rebaños y madrinas a la Montaña de San Camilo, contaría una anécdota
interesante: “Yo conocí al Guate García, este hombre bajaba desde San Cristóbal
hasta Guasdualito y Elorza con sus mulas cargadas de morocotas, su nombre era
Francisco García Camacho (El Guate) quien se hacía acompañar de su hombre de
confianza o edecán, llamado Trinidad Castro”. Esta afirmación de este recordado
personaje, caracterizado por su mesura, espontaneidad y sinceridad, da paso a
resquicios, en el sentido, que al momento de compulsar relatos pudiera ser de
este Guate García el alma venerada en el medio Apure. Solo conjeturas.
Lejos
de las presunciones, algo real. Para la época el impulsivo y sebicioso
Eustoquio Gómez (de la misma raíz, abolengo y lar que su primo hermano “El
Benemérito) ejercía de presidente del estado Táchira. El dueño de la urna
(llamado así por su afición a volantear su Lincoln de lujo) era el encargado de
administrar la renta pública local y, de engordar los pasivos y activos de su
importante familiar. Una forma muy conocida y practicada por el binomio Gómez
(Juan Vicente y Eustoquio) era el adueñarse de la forma que fuera de grandes
extensiones de tierra.
En
muchas oportunidades los dueños originales desparecían misteriosamente, o en el
mejor de los casos, por la expropiación de sus posesiones recibían sumas
irrisorias en relación a valor real de sus propiedades, las que una vez pasadas
a los testaferros, compadres y familiares del nacido en la Hacienda La Mulera
(Táchira) se revalorizaban exponencialmente. No en vano, el temido presidente
andino fue considerado el más poderoso terrateniente de su tiempo.
Solo en el estado Apure, la extensión de sus
propiedades se cuantificaba en centenares de miles de hectáreas y miles de
cabezas de ganado. Algunos de sus señoríos, entre ellos "La Rubiera"
(antiguamente propiedad de la sucesión Mier y Terán) contaba (basado en datos
verosímiles) con más de 200.000 hectáreas; el hato La Candelaria ubicado en el
bajo Apure, superaba las 100.000 has; incluso entre los llanos bajo de
Cunaviche y el Capanaparo, sería poseedor de 400.000 hectáreas, conformando un
sistema personalista latifundista, avasallante e inútil.
La
recopilación oral refiere que, el presidente del estado Táchira, desde algún
tiempo planificaba apoderarse de la feraz hacienda propiedad del principal
protagonista de esta narrativa -a quien arriesgadamente llamaremos Francisco-
ubicada a 25 kilómetros de la ciudad San Cristóbal. Por órdenes expresas del
dictador, el gobernante testaferro trataría (sin éxito) de convencer al exitoso
hacendado de acceder a vender su pertenencia.
Ante
la negativa del mismo, Eustoquio Gómez le declara abiertamente la guerra
publica, al punto de declararlo persona no grata y enemiga del país. La
indecorosa argucia tendría como único pretexto enclaustrar por tiempo
indefinido al irreductible ganadero tachirense, para así arrebatarle sin pudor
alguno su usufructo patrimonial; al no tener posibilidad alguna de defensa el
afectado Francisco optaría por emigrar al llano, esperanzado en huir del
destino infame.
En
compañía de un escolta baquiano iniciaría su último periplo. Refiere la
nigromancía que, en las travesías por los francos de Barinas, cruzando
inmensidades de estepas, atravesando esteros y vadeando lagunas, llegarían al
Paso El Guamo (cercano a la población de El Samán de Apure). Para ese entonces
esta población era un caserío inmaculado y campestre, que funcionaba
simplemente como un paso de ganado. Ya en las cercanías de El Samán, el
ganadero andino conocería al señor Olimpo Solorzano Figueredo, venido del
pueblo de Ortiz (Guárico), quien desde un tiempo atrás se había establecido en
esa población prosperando en forma considerable. El patrón Olimpo-como lo
llamaban sus peones- era un hombre acreditado y hospitalario; al tener
conocimiento de las vicisitudes de su par del Táchira, como buen llanero lo
hospeda en su propiedad llamada Villa Buena, allí el huidizo forastero le
informaría sobre las razones de su obligatorio peregrinar.
En
vista de la decisión de continuar la marcha, el patrón Olimpo exhortaría al
visitante tachirense de aguardar unos días más en su hato hasta tanto el
panorama estuviera más calmo. Ante la negativa del hospedado lo despide
apertrechándole las talegas con víveres y suministros para el tedioso trayecto.
Ya nunca más se verían las caras. En el camino, el errante andino y su baquiano
perderían la ruta hacia su destino. Extraviados y extenuados por la agotadora
travesía en invierno, observarían a lo lejos una espesa vegetación conocida en
el llano como mata, en donde resolvieron pernoctar, acordando proseguir por la
mañana el viaje rumbo al hato Benitero.
Al
llegar a la mata, desmontaron de las bestias, colgaron los angarillas e
inmediatamente prepararon un frugal bocado. Luego entablarían un dialogo en los
que supuestamente Francisco García Camacho “El Guate” le confía al baquiano, la
decisión de enterrar el saco de morocotas en esa mata, para así evitar ser
asaltados por los cuatreros que abundaban en la zona. Su interlocutor, oía
atentamente, pero igualmente sus pensamientos acicalados y revestidos de
codicia invadían en forma vil su behetuosa y estigiosa mente. Duerma patrón,
usted debe estar más cansado que yo, duerma que yo hago la vigilia. Serían las
palabras del infame homicida.
El
ganadero confiando en la supuesta fiel compañía se quedaría dormido, mientras
el malhechor aprovechando el descanso de su pagador, revisaría los sacos
contentivos de morocotas. La ambición ya había estampado el suceso, el vil
sentimiento seria la causa vehemente para el ensañamiento y el despertar de
Caín. Con desmedida alevosía daría muerte a Francisco. Luego, para evitar ser
descubierto, incinaría el cadáver enterrándolo en la cercanía. Con las primeras
horas del día trataría sin éxito de reiniciar el camino; aparejando y montando
el caballo del sacrificado, atando a la cola de la montura la mula cargada con
los costales de morocotas.
Temiendo
lo peor don Olimpo Solorzano organiza la búsqueda, antes, había preguntado a
los pobladores cercanos si habían observado a dos viajeros. Un joven peón que
trabajaba como becerrero en una fundación, le informaría que hacia el sitio de
Mata e´ Silva había visto pasar a dos hombres con una remonta, uno llamaría su
atención por la forma de montar, de piel clara, trajeado de garrasi y polainas,
con ruana colorida, montando en un penco castaño y, que por el modo de
acomodarse la silla era de esos que llamaban guates.
El
patrón Olimpo y sus peones se dirigieron presurosos al lugar indicado para
averiguar lo acontecido. En el sitio hallarían al homicida, cuyo rostro
reflejaba un total desconcierto y temor, en el balbuceo mencionaría que por más
que trató de huir de la zona, siempre regresaba sin explicación alguna. Tal vez
el alma penitente reclamaba igualmente con felonía su acto macabro. Más calmado
confesaría que había dado muerte al ganadero andino para quedarse con las
morocotas.
Los
buscadores se percataron que del otrora ser vivo solo quedaba huesos
resquemados y cenizas. Pesaroso don Olimpo, ordenó a sus hombres que echaran el
esqueleto en un fardel y, se le cargara al lomo del parricida, a quien llevaron
amarrado y arreado hasta la población de Apurito, una vez allí, seria confinado
en un calabozo en compañía de la osamenta. Años más tardes los restos del
ganadero andino fueron sepultados en el necrópolis de Apurito, desconociéndose
el lugar justo. Del espantoso crimen han transcurrido casi cien años, pero aún
aguarda justicia divina el alma en pena del ganadero tachirense.
Con
los años se construiría una capilla en el lugar del crimen, la misma está
ubicada en las adyacencias del Hato El Frío (Mantecal) en el Estado Apure. Este
santuario popular, según referencias bibliográficas fue construido en el año
1981 y, bendecido el 8 de julio de ese mismo año por el sacerdote franciscano
Alfonso Casallas. En los años noventa sufriría un grave incendio afectándose
considerablemente la infraestructura. Devotos silveros actuarían rápidamente
para el relevantamiento de su templo de peregrinación.
En
cuanto a milagros, las manifestaciones de agradecimientos son numerosas, desde
sanaciones de enfermos terminales hasta favores recibidos han sido los motivos
para su creciente devoción. Puede afirmarse que este misticismo es uno de los
más arraigados en el llano apureño, expandiéndose no solo en el medio Apure,
sino en el bajo y más allá de los linderos de nuestro estado. Como abreviado:
Guasdualito también cuenta con sus ánimas del purgatorio, una de ellas: El
Anima de Los Blancos (para una próxima entrega).
Lo
anterior comentado es parte de nuestra apureñidad, tan amplia y rica como la
misma llanura; esencia loada que aguarda con sus manos abiertas al que viene,
despidiendo con gratitud al que parte, descubriéndose al que indaga y,
hablándole al que oye en diferentes formas y sentidos. Hasta la próxima
ALJER
(Chino Ereú)
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