Prensa. Venezuela RED Informativa.
El
Padre José Palmar es un ser cálido, como lo es su tierra hermosa, La Goajira.
Es un clérigo sin “medias tintas”, tal como lo es monseñor Roberto Lückert,
arzobispo emérito de Coro, de quien es muy cercano y conversan con frecuencia.
Aclara que prefiere ser un cura rebelde que un clérigo esclavo. Definitivamente
es un sacerdote “rebelde con causa” y suponemos que ha puesto a la Iglesia
Católica de Venezuela en “apuros”, que, aunque piensen igual de mal de este
gobierno narco-terrorista y violador de los Derechos Humanos, hacen sus
criticas certeras con diplomacia.
Afirma,
luego de 19 meses de su salida “obligatoria” de Venezuela, que la nostalgia es
permanente y sin pausa. Expresa con dolor, que el occidente venezolano parece
una Hiroshima atacada del Siglo XXI, y Maracaibo se asemeja a la Nagasaki
después del bombardeo atómico en agosto de 1945. “Para seres tan oscuros como
Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y todos los asesinos de esta tiranía, para
ellos no cabe la misericordia divina: A ese tipo de seres oscuros que
asesinaron, masacraron, torturaron, robaron, violaron, saquearon y destruyeron
el país les sale justicia divina con todo el peso de la Ley de Dios. Tendrán
mil cadenas perpetuas en el infierno”.
-¿Cuándo
usted toma la decisión de irse de Venezuela?
-Después
que el 10 de diciembre del 2017 le dieron la gobernación del Zulia al candidato
chavista Omar Prieto Fernández, quien me tenía en constante persecución y
acecho policial, tomé la decisión de emigrar de Venezuela. Dicha determinación
de salir al exilio se produjo el domingo 1º de enero del 2018, cuando efectivos
del SEBIN en horas de la tarde me persiguieron a tiros en mi ruta vial desde la
zona sur de la ciudad hasta la Iglesia Padre Claret de Maracaibo.
-¿Y
hasta dónde el gobierno lo acorraló o se atrevió a amenazarlo?
-Desde
el 2007 fui víctima del terrorismo judicial. En siete ocasiones fuimos
agredidos en torturas físicas y psicológicas, tanto mi persona como mi propia
familia. El templo y la casa parroquial fueron baleados en tres oportunidades.
Desde el 5 de enero del 2018 tenía orden de captura y prohibición de salida del
país. Dicha resolución del Ministerio Público no se hizo oficial ante los
cuerpos de seguridad. Fui advertido, y el día 10 de enero del 2018 viajé desde
Venezuela hasta México.
-¿Cómo
fue su peregrinar desde que salió de Venezuela?
-El
día 10 de enero del 2018 tomé en el aeropuerto de Maracaibo un vuelo hacia la
Ciudad de México, con una parada en el aeropuerto de Panamá. A la semana de
haber llegado a la ciudad de Toluca, en México, asesinaron a tiros a mi amigo
Raúl Naranjo, quien era la persona que me estaba hospedando y había colaborado
con mi viaje hacia el exterior. Después del asesinato de mi amigo, emprendí la
salida desde México hacia la frontera con los Estados Unidos.
-¿Cómo
fue su experiencia cuando lo detuvieron?
-Luego
que llegué a la ciudad de Matamoros en México, atravesé la frontera con
Norteamérica como cualquier emigrante ilegal, ya que no tenía visa de ningún
tipo. El día 31 de enero a las 2:30 pm crucé el puente fronterizo entre la
población de Matamoros y la ciudad de Brownsville en Texas. Luego que me
detuvieron me llevaron al Centro de Detención Migratoria Porto Isabel. Allí
permanecí durante 48 horas hasta que nos trasladaron al Centro de Detención Río
Grande en la ciudad de Nuevo Laredo. En esos centros de reclusión compartí con
emigrantes de más de dieciochos países, Había de Latinoamérica, Nigeria,
Uzbekistán y China, etc. La experiencia fue muy intensa en el campo emocional y
estuve demasiado nervioso en el ámbito legal. En ese el bunker sufrimos la inclemencia
de la incertidumbre judicial, soledad familiar y escasez económica.
-¿De
quién se hizo amigo en esos lugares y cómo se ayudaron?
-Con
todos mis compañeros de celda hubo fraternidad y camaradería. Convivíamos unos
ochenta y seis presos diariamente en nuestro bunker. Me hice amigo
incondicional de un salvadoreño llamado Carlos, que actualmente está libremente
en Texas. Pero la amistad fue expandida a todos. El nigeriano se hizo mi
protector y compañero de mesa. Un cubano que hacía las veces de pastor
evangélico fue mi guía espiritual y consejero en los trámites.
-¿Cuáles
han sido los “castigos” de la Iglesia por su posición frontal y sin medias
tintas contra esta dictadura atroz?
-La
Iglesia jerárquica no castiga, la jerarquía sanciona. La jerarquía de la
Iglesia es piramidal, es decir, unos están arriba y otros estamos abajo.
Afortunadamente el cielo no es piramidal, el Paraíso Eterno es de profunda
comunión horizontal. Los que están arriba siempre ven con ojerizas a los de
abajo. Y cuando esos que estamos en la llanura de la simplicidad y austeridad
levantamos la voz, los encumbrados reaccionan utilizando el rigor de la norma,
precepto o leyes.
-¿Usted
ya no puede celebrar misas ni dar la comunión?
-Luego
de 18 meses de espera de una audiencia con el obispo de Orlando, no se me
permite presidir, ni concelebrar la Eucaristía ni dar ningún sacramento. Soy un
cura desempleado en medio de una población emigrante hambrienta de la Palabra
de Dios y sedienta de atención pastoral. Hace poco presenté mis credenciales
como sacerdote y las autoridades eclesiásticas en Florida central las están
estudiando, según me indicaron recientemente: “Hay que esperar”.
-¿Cómo
es su día a día en Orlando, Florida?
-Estoy
haciendo lo que nunca había hecho: ¡Nada!, en comparación a mi rutina habitual
en Venezuela. Aquí, en el exilio, estoy metódicamente desocupado. Me levantó a
las cinco de la mañana, hago mi ciclo de oraciones y envío a las redes sociales
los videos del “Evangelio Hoy”, que es un material de evangelización que
producimos para la difusión diaria. A eso de las nueve de la mañana empiezo mi
sección de estudio y lectura. Todos los días tengo cinco horas fijas de
actividades: una hora para orar, otra para estudiar (teología, historia,
cultura, ciencia o cualquier otra rama del saber). También para preparar la
Homilía Dominical que se transmite por las redes cada domingo, una hora para
trabajar en la casa y una hora para reactualizar los talleres de formación
humana y cristiana que siempre estoy renovando. Esta rutina sacerdotal cambia
totalmente cuando voy a trabajar en la calle, visito algunas familias o salgo
de viaje. A las siete de la noche suelo celebrar la Misa en mi casa. La hago en
la clandestinidad, igual que los primeros cristianos que celebraban las misas
en las catacumbas.
-¿Qué
le dice su familia en Venezuela?
-Mi
familia está muy preocupada por mi situación en la diáspora. Constantemente
estamos en comunicación. Lo que ellos viven en Venezuela, y muy especialmente
en Maracaibo, es una tragedia sin precedentes. De ellos, especialmente de mi
hermana Charito y de mi sobrina María Virginia, que están padeciendo la
inclemencia social en el Zulia, tengo el apoyo espiritual y el amor de hogar
que dejé. Algún día nos reuniremos de nuevo. Toda mi gente está diseminada por
el mundo: en Colombia, Argentina, España e Italia. Amigos entrañables en
Ecuador, Brasil, Panamá, Perú y Bolivia. Incluso tengo familias enteras con
quienes compartí vida de Iglesia en Maracaibo en Portugal, México, República
Dominicana, Canadá y en algunos estados de Norteamérica.
-¿El
gobierno los ha acosado luego que usted se fue de Venezuela?
-El
tirano nunca descansa de perseguir, acosar y hostigar a sus enemigos,
adversarios y rivales. En los Estados Unidos el acoso no es policial ni
violento. Aquí se valen de los “bolichicos” y enchufados para cerrarme las
puertas en algunos medios de comunicación social y tocan ciertos sectores
religiosos que son surtidos con dádivas y regalos monetarios. Han logrado que
nadie me dé trabajo como periodista, pienso que también parte del ámbito
eclesiástico está penetrado por los tentáculos de la tiranía cubano-venezolana.
El
padre reitera que la nostalgia es permanente y sin pausa: «El Zulia ha sido la
región donde la narco-usurpación ha clavado sus garras destructoras y
devastadoras. De la ‘Tierra del Sol Amada’, aparte del sol y el Relámpago del
Catatumbo, el resto está bajo la sombra del abandono social, saqueo económico,
latrocinio petrolero y rapiña política. Tenemos el peor gobierno regional de la
Historia del Zulia. Las alcaldías son garitos de robo y malversación de fondos.
El occidente venezolano parece la Hiroshima atacada del Siglo XXI y Maracaibo
se asemeja a Nagasaki después del bombardeo atómico en agosto de 1945. Extraño
todo, a la gente buena de mis barrios. Añoro mi vecindario de Sierra Maestra,
la comunidad de El Amparo, el calor religioso de mi pueblo chiquinquireño.
Evoco las gaitas, el léxico maracucho. Recuerdo con nostalgia a mi Lago y
Puente. Pienso en sus quesos, mantequilla y comidas en coco. Sobre todo me
hacen mucha falta mis amigos y familiares.
-¿Qué
recuerda de la otra Venezuela, antes de Chávez, y la actual tiranía?
-De
la Venezuela democrática, pacífica, libre y próspera añoro su abundancia de
recursos sociales y la tolerancia política. Fuimos la cuna de la libertad y
ahora sufrimos la inclemencia de la esclavitud de la tiranía. Éramos el puerto
de llegada de los emigrantes del mundo y ahora somos la diáspora ultrajada,
pisoteada y explotada por los mismos pueblos que acogimos con tanto amor y
apertura.
-¿Usted
regresaría a Venezuela, luego de que esta cruel tiranía se termine?
-Siempre
hemos dicho que en el exterior hay dos tipos de venezolanos. Unos salieron
forzados de Venezuela a cambiar de vida y otros salimos huyendo a salvar
nuestras vidas. Vamos a regresar para hacer de Venezuela la nación más próspera
económicamente, floreciente industrialmente, desarrollada socialmente y
políticamente, que hasta los gringos que hoy nos ven con ojos de desconfianza y
entredicho van a querer ir a vivir a nuestro país. Allá no hay huracanes, ni
tormentas de nieve, ni tornados, ni tsunamis. La tiranía terminará pronto, pero
la recuperación será inmediata y sostenida. Europa después de la Segunda Guerra
Mundial recibió durante cuatro años los recursos del Plan Marshall y su
aplicación duró por casi una década. Venezuela tiene posibilidades para tener
cinco planes Marshall y en menos de un periodo de gobierno democrático le
devolveremos a la Patria la lozanía social del Caribe. La Casa Blanca es el
dolor de cabeza de estos criminales disfrazados de militares.
-¿Cuál
es su mensaje para los miles de venezolanos que tanto sufren en Venezuela y
para los 4 millones de desplazados que están en el exterior y sufren
humillaciones?
-¡Ánimo
Venezuela! Esta mala hora en este siglo va a pasar. Como dijo el presidente
John Kennedy: “No debemos dejar que nuestros temores nos impidan perseguir
nuestras esperanzas”. La esperanza reside en el que sueña despierto, la
esperanza despierta la imaginación y reaviva la valentía para atrevernos a
hacer realidad lo que un día soñamos. No pensemos en la desgracia que estamos
sufriendo hoy, pensemos en la bonanza y belleza que nuestros hijos van a vivir
en el futuro.
-¿Qué
significa para usted la Junta Patriótica que usted lidera junto con Pablo
Medina?
-El
líder es mi amigo y hermano Pablo Medina. La Junta Patriótica es el espacio
sano, sobrio y santo para ejercer la lucha libertaria de nuestro pueblo. No es
una aventura, es una premura por Venezuela. Es una trinchera en medio de la
batalla y muy pronto será la palestra nacional donde convergerán todos los
venezolanos. Al principio nos veían con recelo y disimulo, pues nacimos de la
pobreza material, pero de la honestidad espiritual. Me siento orgulloso de
pertenecer a ese equipo de hombres probos y gallardos. La historia les
recompensará con creces el esfuerzo y sufrimiento atravesado en tierra propia y
ahora desde el exilio.
El
Padre Palmar asegura con mucha fe que Venezuela será grande “porque siempre ha
sido fuerte en la lucha. Este caos nos tiene que enseñar la lección de que
nunca más confiemos en los hombres, hay que confiar solo en Dios. Los malvados
criminales extranjeros que se unieron a los delincuentes que estaban solapados
en la política, disimulados en la sociedad y escondidos en los cuarteles no nos
mataron la esperanza, solo nos hirieron la confianza; estos narcos chavistas no
nos desterraron, tan solo hicimos como Moisés: salimos al desierto para regresar
con el bastón de Dios para liberar al pueblo creyente”.
«Somos
más Vinotinto, más Miss Universo, más Grandes Ligas, más petróleo, más carbón,
más telenovelas, más RCTV, más «Radio Rochela», más Simón Díaz, más Cruz Diez y
más Renny Ottolina, más José Gregorio Hernández, más Virgen de Coromoto, y más
Venezuela. Volveremos para demostrarle al mundo que las cinco naciones que
libertaron nuestros próceres no fueron con mesas de diálogos, ni con acuerdos
diplomáticos. Las liberaron con el arrojo y la gallardía de un pueblo
venezolano y americano que cuando se pone de pie no es para aplaudir como focas
al tirano, cuando un venezolano se para firme es para mirar al cielo y para
luchar por su gente. Esta última frase no es un eufemismo trasnochado. Esta próxima
Navidad de diciembre del 2019 será nuestra verdadera Navidad del siglo XXI.
Dios les bendiga y la Virgen les proteja siempre. Amén. ¡Paz y Bien!”.
Por Trinidad Martel