Prensa. Directo al Paladar.
El tomate se ha
convertido en un producto tan básico en nuestra cocina que resulta difícil
pensar que apenas llevamos unos pocos siglos cultivándolo en Europa. Hoy
disfrutamos de un catálogo inmenso de variedades todo el año que han ido
ganando en sabor, pero si quieres mejorar el tomate de tus platos o darle
vidilla a esos ejemplares de invierno algo más sosos, echa mano del salero.
La sal no es solo el
ingrediente más común del mundo, también es un potente conservador capaz de
transformar la textura y el sabor de los alimentos. Popularmente decimos que la
sal potencia los sabores, aunque es una frase incorrecta que nos distrae del
verdadero poder de este mineral.
La sal aporta salinidad,
estimula la salivación, desnaturaliza las proteínas en carnes y pescados, y
favorece la ósmosis en las verduras cortadas. Es decir, retiene y extrae el
agua que contienen los vegetales a través de sus membranas celulares, lo que,
en el caso de vegetales muy ricos en agua como el tomate, permite concentrar
más sus sabores al dejarlos menos acuosos.
Saca el tomate de la
nevera si lo tenías refrigerado, el tiempo suficiente como para que se
atempere.Corta y/o pela el tomate, o trocéalo según la receta. Salar una
hortaliza sin cortar no tiene mucho sentido, la sal no lograría penetrar a
través de la piel.
Coloca el tomate preparado sobre un colador de malla fina. La sal va a drenar la hortaliza y lo que buscamos es separar el agua, no crear una bañera. Dispón el colador encima de un cuenco o recipiente que recoja los jugos.
Aquí no se tira nada; el
agua de tomate es una delicia que se puede reaprovechar de muchas formas. Añade
la sal, común de mesa y grano fino o medio, remueve un poco con suavidad para
que se distribuya homogéneamente y deja reposar.
¿Cuánto tiempo? Depende:
si lo vas a mezclar en una ensalada con hojas o brotes, es mejor esperar entre
20 y 30 minutos, especialmente si la preparas para más comensales en una
ensaladera. Para otros platos, como un carpaccio, un bocadillo, un salteado o
cualquier ensalada sin hojas, pueden ser suficientes 15 minutos.
Salar sin reposar. Solo
si vas a devorar el plato inmediatamente puedes añadir la sal directamente; en
este caso utiliza mejor una tipo Maldon, en escamas o gruesa. La idea no es ya
extraer el agua, sino estimular las papilas gustativas para producir más
salivación y reducir el posible amargor del tomate para que se perciba más
dulce.
Dependiendo del tipo de
tomate, su grado de maduración y el tiempo de reposo obtendremos más o menos
líquido. Guárdalo para añadirlo a un gazpacho, salmorejo o crema de tomate,
para enriquecer salsas, aliños y vinagretas, para el pan de unas bruschettas,
tostas o tostadas, o para sustituir parte del agua de una masa de pizza o la
salsa de un plato de pasta. O, simplemente, tómalo como refresco natural.
Imágenes | Unsplash
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